El hombre nace libre y en todas partes está encadenado
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Skip to contentVivir con los demásPor Matthew Babb1.15.19 | Human Ties Features, NewsShareMatthew Babb es becario postdoctoral de Modeling Interdisciplinary Inquiry en el Proyecto Interdisciplinario de Humanidades de la Universidad de Washington “El hombre nace libre y en todas partes está encadenado. Un hombre se cree dueño de los demás, pero sigue siendo más esclavo que ellos”. Son las famosas palabras de Jean Jacques Rousseau en El contrato social. Para muchos, estas cadenas son meramente metafóricas; no estoy literalmente encadenado. Mis cadenas son las restricciones que la sociedad impone a mis acciones. La sociedad no me permite hacer lo que quiera, y lo sé. Sé que si cruzo las líneas que la sociedad ha trazado en torno a mi libertad, habrá consecuencias. Seré castigado de alguna manera, lo que puede implicar que me encadenen o que me sometan a violencia física o al ostracismo de mi comunidad. Lo que le interesaba a Rousseau era la cuestión de qué podía legitimar esa situación. ¿Qué podría legitimar que yo nazca libre y, sin embargo, esté encadenado en todas partes?
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Nacido en Ginebra, Rousseau fue educado en el ideal de la antigua república romana. En 1728, decidió rechazar su aprendizaje con un grabador y se marchó a Turín, donde sus extensas lecturas le llevaron a iniciar su carrera de escritor.
Quizá la frase más citada de la obra de Rousseau procede de El contrato social, en la que dice: “El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado”. Para Rousseau, el valor de la libertad era primordial. Para él, las “cadenas” del gobierno y las leyes sólo se justifican cuando se basan en la voluntad del pueblo para el bien común. De hecho, pensaba que obedecer tales leyes nos hace “libres”, y que aquellos que no las obedecen pueden ser legítimamente “obligados a ser libres”.
Como seguidor habitual, ya sabes que paso mucho tiempo pensando en el propósito de nuestras vidas y en lo que realmente significa ser. Los conceptos existenciales de responsabilidad personal (para actuar), autenticidad (durante el proceso) y rendición de cuentas (por los resultados) están muy presentes en mis esquemas.
Pero hace poco, me ocurrieron tres cosas que me hicieron comprender algo. Por mucho que pensemos en nuestras vidas, en nuestro propósito y en nuestro ser, el contexto de ese ser está establecido por parámetros que escapan a nuestro control. Y nuestra identidad -algo que creemos tan personal y que está bajo nuestro control- está determinada por reglas y marcos que nos dictan quiénes somos, cómo actuar y cómo ser.
Hace poco me fui a Chipre a jugar al golf. Ya he jugado allí una docena de veces, pero sólo en el sur de Grecia. Esta vez, mi viaje me llevó a la parte norte, la parte turca de Chipre. No es gran cosa, pensé, pero entonces intenté llegar hasta allí.
Como siempre, alquilé un coche y, como de costumbre, planeé utilizar el navegador por satélite para encontrar mi destino. En el pasado siempre me había llevado hasta allí, así que no había necesidad de hacer planes alternativos. Pero esta vez hubo un problema.
Foederis aequas / dicamus leges
“El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado” (original francés: l’homme est né libre, et partout il est dans les fers) es una famosa frase de Jean-Jacques Rousseau, formulada en su libro El contrato social que influyó en la Revolución Francesa.
Obsérvense las similitudes en la frase final del Manifiesto Comunista de Marx: “Trabajadores del mundo, uníos, no tenéis nada que perder salvo vuestras cadenas”. (Es una popularización de las tres últimas frases, y no se encuentra en ninguna traducción oficial).
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